26 de diciembre de 2007

Aquel fin de año (I)

Son las 5 de la tarde del 31 de diciembre y no puedo explicar los nervios que siento en lo más profundo de mi estómago. ¿Qué me ocurre? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en lo que pasará esta noche? Hace meses que no lo veo y ya casi ni recuerdo su voz y mucho menos su sonrisa. Parece una eternidad. La última vez que nuestros ojos se cruzaron fue en el último cumpleaños de papá, poco después de que Silvia y él decidieran separarse. Me moría de ganas de verle pero apenas pude hablar con él. Es una imagen que no me puedo quitar de la cabeza. Corrí a abrir la puerta pensando que sería la abuela y allí apareció él, con su pelo alocado y esa chupa de cuero que tanto me gusta. Sonrió al verme e inclinándose hacia mí me susurró: "Hola princesa". No podía disimular mi alegría. "Lucas" grité rodeándole entre mis brazos y ocultando mi cara entre su pelo... Olía a cuero, tabaco y a él... a Lucas. Respiré hondo y apreté mi cuerpo contra el suyo. "Qué pasa Sarita, tanto te alegras de verme?? Qué mayor estás, dios mío, y estás preciosa..." Su voz se ahogó en su garganta cuando apareció Silvia. Y entonces todo se torció. Se alejó de mí y todo pareció derrumbarse a mi alrededor. Su sonrisa no volvió a aparecer en todo el día.



Todo por culpa de sus problemas con ella. El abuelo y Silvia también estaban allí y después del divorcio los tres no podían coincidir en la misma habitación. Se odiaban. La tensión se palpaba en el ambiente y ni siquiera cruzaron palabra. Mejor para mí, podía tener a Lucas para mi solita. Podríamos jugar, ir al parque o pasear en su descapotable como tantas veces habíamos hecho años atrás. Esas tantas veces que me había sentido la niña más feliz del mundo. Pero soñaba demasiado y nada de esto pudo pasar.


Mi padre y Mariano, como si se tratase de un caso rutinario, me lo arrebataron y no volví a escuchar como me llamaba "princesa". Desde entonces no había resultado fácil. Su separación había provocado que sus visitas a nuestra casa fueran más intermitentes. Al menos cuando estaba con Silvia podía verle casi todos los días pero ahora... ni nombrarle podía. Silvia se dedicaba a despotricar de él a cada momento y yo lo defendía como podía delante de toda mi familia. Sólo mi padre me apoyaba aunque no cesaba de decirme que eran cosas de mayores y que no me metiese. Lucas era el mejor hombre que había pisado la faz de la tierra, era mi héroe, mi caballero andante, mi leal compañero... pero la tonta de mi tía no dejaba de criticarle y criticarle. ¿Por qué tuvo que casarse con ella? ¡Si son completamente diferentes! Lucas no se merecía estar con alguien como ella, él necesitaba una chica atrevida, aventurera, que le quisiera tal y como es... Alguien, ¿como yo?

La cabeza me daba vueltas. ¿Qué ocurría en mi interior? Es el último día del año y todo parece del revés. Durante toda mi vida Lucas había sido mi policía particular, mi perro guardián y mi mejor amigo. ¿Acaso esa necesidad de estar con él significaba algo más? Le quería, dios mío si le quería... Más que a nada en este mundo. Los nervios en el estómago me hicieron estremecer. ¿Acaso era AMOR lo que estaba sintiendo?



Me levanté de la cama y cogí mi móvil. ¿Debía mandarle un mensaje? La cabeza me daba vueltas. Desde hacía unos meses nos mandábamos algún que otro sms aunque, a decir verdad, él sólo me contestaba uno de tres. ¿Qué podía esperar? Yo sólo tengo 15 años y el más del doble... ¿Y si estoy enamorada de él? Pero, ¿qué es estar enamorada? Las lágrimas corrían por mis mejillas empapando la almohada. No, no puede ser, Lucas es mi tio... mi amor es imposible... Cerré los ojos y recordé las miles de miradas que me había dedicado durante toda mi vida. Las veces que me cogía de la mano y me abrazaba... Los momentos en los que él antes que nadie, corría a mi encuentro para hacerme girar y girar hasta caer en el suelo muertos de la risa... ¡Le quiero! Así que ¿no dicen que no hay nada imposible? Me mordí el labio inferior y tecleé con decisión el teclado de mi móvil: "En esta vida no hay nada imposible, lo sabías? Tengo ganas de verte tito"



No espera respuesta. No la necesitaba. A veces, simplemente me limitaba a escribir mensajes y guardarlos en el móvil con la ilusión de que algún día no muy lejano, podría mandárselos sin ningún pudor o miedo a que me rechazara o pensara que estaba loca por sentir que algo más fuerte que nuestra existencia nos unía para siempre. Suspiré hondo y busqué algo debajo de mi cama. Coloqué entre mis manos la pequeña caja de hojalata donde guardo sus recuerdos y la acaricié con cuidado. "Lucas..." susurré. Un palito de un helado, una foto juntos de cuando era pequeña, un trozo de una camiseta que mi tía quiso tirar después del divorcio y debajo, escondido, el mechero que pude cogerle de la chaqueta el último día que lo ví. Coloqué el pulgar en la ruedecilla y la hice girar con cuidado. Una enorme llama surgió de él e iluminó la habitación en penumbra...


"Sólo me quedan cuatro horas para volver a verte"


8 comentarios:

Cintia Fernández dijo...

Dios, es que me encanta, es tan real!!

Anónimo dijo...

Mara:

preciosooo!!!!!!
me ha encantado..

qué tal mylo??? feliz naviad :D

ya queda menos para el 9!!!!!!!! :)

Besituss...

Felices Fiestas!!

Lau! dijo...

es precioso Mylo, en serio.. me encanta..
un saludito!!y feliz navidad

susii dijo...

Mylo me encanta parece la propia sara quien lo cuente . Un besito !!

susi

Anónimo dijo...

Genial, como siempre.
Todos podemos sentirnos identificados en algunas partes. Todos tuvimos un gran amor imposible.

un saludo (:

Nur dijo...

¿Dónde te metes linda?
¡pensaba que ya te habías ido! pero si puedes actualizar supongo que es que no...
bueno, ya me dirás algo, un beso**

Anónimo dijo...

alaa que chulo : )

sigue la historia porfavor : )

Anónimo dijo...

alaa que chulo : )

sigue la historia porfavor : )

Siempre mirando al cielo

Siempre mirando al cielo
Mylo

Todas las gotitas que mantienen viva mi esperanza...