El peso de los recuerdos

La de veces que habré soñado con el 18 cumpleaños de Sara... La de noches que he construido, segundo a segundo, el día en el que nuestra niña al fin elegiría, y lo elegiría a él. Por desgracia, muchas cosas han cambiado desde entonces... Aparecieron Escobar y Aitor en escena. Y a esto se le sumó a la mala leche de los guionistas en fabricar un clon de Lucas. Una copia barata de momentos, situaciones y lugares. Prefabricaron recuerdos y nos arrancaron los nuestros.

Pero qué ineptos. Los recuerdos no pueden construirse... sólo fluyen... como el aire, como el agua... como el auténtico amor. Amar es un sentimiento que no puede medirse en un cuaderno, ni en una flor seca, ni en un pañuelo lleno de mocos que alguien soltó por el amor de su vida y no por tí, ni una canción que no te dedicó de corazón sino sólo con una sonrisa cómplice porque en todo momento, cada palabra iba dirigida a ese chico sentado en tres bancos más allá... el hombre al que ha amado desde que era sólo una niña...

No se elige a quien se ama. Tampoco a quien se recuerda. El amor nos elige a nosotros y, por supuesto, también los recuerdos. Mirad a Sara. Ella más que nadie ha intentado olvidar a Lucas por todos los medios. Él le hizo mucho daño durante 365 días... Escobar... sus besos... dormían pared con pared... Sus malas palabras y desplantes... Su pasividad ante ella mientras abrazaba a su padre... Ni siquiera la miraba a la cara. Sara quiso olvidar pero los recuerdos la atrapaban a cada instante. Quiso vengarse de su padre con fingidos orgasmos tras la pared. No lo buscó pero también se vengó de Lucas y de su desconfianza. Ahora, también de su silencio. Le dio la mano a Aitor y sus mejores sonrisas. Le ofreció su cuerpo y sus besos. Le ofreció todo menos sus recuerdos.

Nuestra niña, a solas con Aitor no para de sonreír pero un atisbo de Lucas cambia su semblante hacia la pena... hacia la melancolía y la tristeza. Deja caer las llaves, fuerza su sonrisa, suspira y coge aire para poder articular palabra. Ella lo sabe mejor que nadie. Los recuerdos pesan demasiado... y más si aún se comparten desayunos con olor a pan tostado... si ves su cara cada vez que tiendes la ropa o sales a dar una vuelta... Ya lo dice una canción de Antonio Orozco... "La distancia es el olvido"... y viviendo puerta con puerta es imposible ganar a los recuerdos.

Los rincones de la memoria te atrapan con fuerza, se aferran al corazón y no salen de allí. Se instalan, se acoplan, se enclavan... Algunos incluso sobreviven tras muchas barbáries... Y como diría Ricky Martin... "Tu recuerdo sigue aquí... como un aguacero..."

Lucas, Sara... vosotros SIEMPRE estaréis conmigo, porque me habéis atrapado desde la primera vez que os ví juntos... porque quiero que forméis parte de mí para lo que me queda de vida... Vuestro amor me ha dado tanto... sí, sufrimiento también... Pero, ¿qué importa? Lo importante es tener recuerdos como estos...

Gracias por dejar fluir este amor... por ser como niños... por sentiros vivos...