El océano en una sola gota

El love diván continúa su andadura en este fin de semana más que soleado. No hay ni una sola nube en el horizonte y la temperatura en Barcelona roza los 20 grados... No habrá lluvia hoy. Tampoco mañana y posiblemente no la haya durante toda la semana. Estoy triste, desolada.

¿Habrá hueco para la esperanza? No lo sé pero ni en el govern lo pintan bien... Hace poco acudí a una rueda de prensa del conseller de Medi Ambient de la Generalitat catalana (soy periodista para más señas) y él, que seguro que no tiene idea de Pacos y de amores empapados, indicó que si no cambiaba el panorama en los embalses sería posible llevar a cabo un Plan de Emergencia en los próximos meses... ¿Estamos entonces en situación de emergencia? ¿Es posible que esto tenga arreglo? Encomendémonos a los vampiros y a las ramonas. Quizás ellos tengan la solución.



Muchas veces interpreto esta sequía argumental como un auténtico síndrome de abstinencia... o como la sensación que se te queda cuando tu vida sexual es más que pletórica y, de repente, de la noche a la mañana se acabó lo que se daba, y dabas. A pan y agua; y encima, la casa sin barrer. ¿Me explico? Nos lo dieron TODO. Nos hicieron sentir TODO y ahora no nos queda NADA. Desde "La suerte", el primer capítulo de esta serie, aquella salida del coche y la mirada de Lucas a "la niña", la sonrisa en Los Cachis, la sonrisa en la puerta, la sonrisa eterna... Hasta la segunda temporada y todos sus momentos de ensueño. Unos instantes que no se pueden olvidar y que me hacen entender que una nunca madura, nunca olvida lo que realmente hace estremecer. Soy una niña... una niña enamorada de esta pareja de locos que nos hacen sufrir.



Por esa misma razón, siento un hormigueo en la barriga y en la parte inferior de la espalda cuando aparece Lucas por la puerta de Los Cachis diciendo "Cenicienta, ya han dado las doce...". Me emociono cuando Lola le confiesa a Sara que "le ha dado un vuelco el corazón" cuando ha visto a Lucas y a su hija con el bebé. Mi corazón también da un vuelco. Incluso tiembla cuando Lucas se encara a Paco... "me da igual que tenga 17 años, me da igual que seas su padre... porque la prometí que le diría cada día que la quiero..." Puedo admitir que hasta mis lágrimas igualaban las gotas que empapaban sus ropas el día en el que ambos sintieron la lluvia como nunca. Como si el amor, puro, auténtico, hubiera caído sobre ellos para no irse jamás. Sin embargo, ahora las grietas hacen mella en sus corazones. Ya no hay apenas agua. Quizás quede un resquicio a punto de evaporarse...

Habrá que creer que de una sola gota puede generarse un océano. Habrá que soñar.